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Energía aeróbica y anaerobica

La energía aeróbica y anaerobica

La energía anaeróbica es generada únicamente con glucosa monosacárido y nuestro cuerpo puede acceder a ella de forma más fácil y más rápida. Es como un sistema de reserva y de propulsión turbo para cuando el cuerpo no tiene suficiente oxígeno. 

Pero la energía anaeróbica es ineficiente y puede ser tóxica pues crea un exceso de ácido láctico, las náuseas, la debilidad muscular y el sudor que experimentamos después de un esfuerzo excesivo en el gimnasio es la sensación de una sobrecarga anaeróbica.

Este proceso explica por qué los primeros minutos de un entrenamiento intenso a menudo son terribles. Nuestros pulmones y nuestro sistema respiratorio no han logrado suministrar el oxígeno que necesita el cuerpo por lo cual éste tiene necesidad de recurrir a la respiración anaeróbica.

Esto explica también porque tras un calentamiento parece más fácil hacer el ejercicio. El cuerpo ha pasado de la respiración anaeróbica a la aeróbica. Estos dos tipos de energía se fabrican en fibras musculares distintas del cuerpo puesto que la respiración anaeróbica está pensada como un sistema de reserva. Nuestros cuerpos están construidos con menos fibras musculares anaeróbicas, si usamos estos músculos menos desarrollados con demasiada frecuencia al final se averían y se producen más lesiones. 

En el frenesí para ir al gimnasio después del año nuevo, demasiada gente intenta hacer ejercicio por encima de sus límites.

En esencia, la energía anaeróbica es como un coche de músculos. Es rápido y responde bien a los trayectos rápidos pero contamina y no es práctico para viajes largos.

En los años 70, Phil Maffetone, entrenador de primer nivel, que trabajaba con deportistas Olímpicos ultra maratonianos y triatletas, descubrió que la mayor parte de las rutinas de entrenamiento estándar podían ser más perjudiciales que beneficiosas para los deportistas . El motivo es que todo el mundo es distinto y cada persona reacciona al entrenamiento a su manera. Ponerse a hacer 100 flexiones puede ser fantástico para una persona pero dañino para otra. Maffetone personalizó su entrenamiento para centrarse en un indicador más subjetivo como la frecuencia cardíaca, lo cual garantizaba que sus atletas permanecían dentro de una zona aeróbica definida y que quemarán más grasa se recuperarán antes y volveran al día siguiente y al año siguiente para hacerlo de nuevo. Conseguir la mejor frecuencia cardíaca para hacer ejercicio es fácil, hay que restar 180, de la edad que tienes.

El resultado nos indica el máximo que nuestro cuerpo puede aguantar en estado aeróbico.

Se pueden hacer largas sesiones de entrenamiento y ejercicio por debajo de esta frecuencia pero nunca por encima, por el riesgo de descender demasiado en la zona anaeróbica durante demasiado tiempo . Así en vez de sentirse con energía y fuerza tras una rutina de ejercicio nos sentimos cansados, temblorosos y con náuseas.

Resulta que respirar por la boca cambia el cuerpo físico y transforma nuestras vías respiratorias, todo para mal.

Inhalar aire por la boca hace descender la presión, lo cual provoca que los tejidos blandos de la parte posterior de la boca queden flojos y se flexionen hacia adentro, un proceso que reduce el espacio y hace que respirar sea más complicado.

La respiración bucal genera más respiración bucal.

Inhalar por la nariz tiene el efecto opuesto, fuerza que el aire pegue contra todos los tejidos blandos que hay en la parte posterior de la garganta,lo cual ensancha las vías respiratorias y facilita la respiración.

Pasado un tiempo estos tejidos y músculos se tonifican para permanecer en esta posición abierta y ancha.

La respiración nasal genera más respiración nasal.

Cuando llegan las alergias estacionales se disparan los casos de apnea del sueño y de alergias. 

La nariz queda taponada, empezamos a respirar por la boca y las vías respiratorias se colapsan. 

Es simple física, dormir con la boca abierta agrava estos problemas. Cuando recostamos la cabeza sobre la almohada la gravedad tira hacia debajo de los tejidos blandos de la garganta y la lengua con lo cual bloquea aún más el canal de la respiración. 

Al cabo de un rato, nuestras vías respiratorias quedan condicionadas a esta posición, roncar y hacer apneas se vuelve la nueva normalidad.

Cuando el nivel de oxígeno en sangre está por debajo del 90%, la sangre no puede transportar suficiente oxígeno a los tejidos corporales. Si esto dura demasiado, puede provocar insuficiencia cardíaca, depresión, problemas de memoria y muerte prematura. 

(del Libro “Respira” de James Nestor)

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